Se celebraron ayer noventa y nueve años de la revolución Mexicana. En su momento el mundo puso sus ojos en México, pues el movimiento representaba el levantamiento del ‘pueblo’ en contra de un sistema caduco. Lamento informarle al mundo que el movimiento falló. Fuera de la caída de Porfirio Díaz como dictador, no se logró absolutamente nada.
De la tal llamada revolución subió al poder el grupo que ha asfixiado al país. México ha sido gobernado por una alianza entre los sindicatos, grupos corporativos y partidos políticos. No existe un sistema participativo e incluyente de la ciudadanía en el rumbo del país. La revolución perdió sentido cuando se institucionalizó.
Las reformas prometidas hace casi un siglo no han llegado – el equilibrio de fuerzas sociales es practicamente inexistente. Celebramos la repartición de tierra sabiendo que los ejidos son un sistema ineficiente economicamente y por lo tanto creador de condiciones sociales no deseadas. Tenemos una democracia sandwichera.
Celebrar la revolución es como recordar las peleas de la secundaria: es material para historias divertidas, pero nada más.